No, no es lo mismo. No hay mujer fea, completamente fea. Todas tienen algo bello. Lo de gorda es diferente; es una disfunción corregible en la mayoría de los casos. En ocasiones, algunos quilos de más son preferibles a unos de menos.
La imagen de la modelo anoréxica me recuerda a las mujeres y niños esqueléticos de los países del tercer mundo. Pero su delgadez extrema no es producto de la hambruna, sino de una sociedad que rinde culto al cuerpo. Creo que en otra entrada del blog habéis comentado el programa de televsión, donde se ofecen cuerpos a la carta, como si se tratara del menú de un restaurante. Pues eso, el negocio del cuerpo que parece que está haciendo su agosto en España. Seguro que hay muchos intereses económicos detrás, empresas ganando dienero a mansalva. A este paso, vamos a encerrar en un gueto a los que se salgan de los modelos establecidos por tener algunos kilillos demás o algunos centímetros más de nariz. Y lo peor es que vamos a ser incapaces de mirarnos al espejo con buenos ojos y aceptarnos como somos, con nuestros defectos y nuestras virtudes.
No, no es lo mismo. No hay mujer fea, completamente fea. Todas tienen algo bello. Lo de gorda es diferente; es una disfunción corregible en la mayoría de los casos. En ocasiones, algunos quilos de más son preferibles a unos de menos.
La imagen de la modelo anoréxica me recuerda a las mujeres y niños esqueléticos de los países del tercer mundo. Pero su delgadez extrema no es producto de la hambruna, sino de una sociedad que rinde culto al cuerpo. Creo que en otra entrada del blog habéis comentado el programa de televsión, donde se ofecen cuerpos a la carta, como si se tratara del menú de un restaurante. Pues eso, el negocio del cuerpo que parece que está haciendo su agosto en España. Seguro que hay muchos intereses económicos detrás, empresas ganando dienero a mansalva. A este paso, vamos a encerrar en un gueto a los que se salgan de los modelos establecidos por tener algunos kilillos demás o algunos centímetros más de nariz. Y lo peor es que vamos a ser incapaces de mirarnos al espejo con buenos ojos y aceptarnos como somos, con nuestros defectos y nuestras virtudes.