Con este título, Juana Vázquez (catedrática de Lengua y Literatura y escritora) publicó el 1 de marzo un artículo de opinión en El País que recogía el tratamiento que Cervantes dio a las mujeres en su vasta obra literaria.
Como argumenta la estudiosa de la obra cervantina, Cervantes fue un adelantado a su tiempo, no sólo en su capacidad noveladora, sino también en la libertad e independencia que otorgó a los personajes femeninos. Efectivamente, si comparamos la concepción machista e incluso misógina de autores de la época como Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Lope de Vega, Quevedo…con la alfabetización e instrucción que presentan muchas de las mujeres cervantinas, saltan a la vista las diferencias. El cotejo puede extenderse también a la propia situación de la mujer en la época, analfabeta en su mayoría, y a algunas de las perspectivas actuales que nos ofrecen los medios de comunicación (la publicidad, por ejemplo).
Si nos centramos en El Quijote, la diversidad de los personajes femeninos nos deslumbra. Cervantes no se deja arrastrar por los dos tópicos más comunes de la época: la mujer madre o santa, idealizada por su sumisión a la voluntad del varón y de la propia sociedad, o la mujer bruja, prostituta y maligna, que, normalmente, se pierde en un mundo pecaminoso. Lejos de estos estereotipos, el autor de El Quijote caracteriza a sus personajes femeninos otorgándole cualidades positivas y, al mismo tiempo, defectos variados. Esbozamos, a continuación, la siguiente muestra: el ama y la criada de Alonso Quijano, la mujer de Sancho Panza (Teresa), Maritornes, la Duquesa, Dulcinea (como mujer idealizada), Aldonza Lorenzo (con gran fuerza física), Dorotea, Marcela…
A pesar de estar atrapado en ciertos tópicos, Cervantes muestra mujeres que quieren introducirse en la cultura, que defienden ser dueñas de su propia vida, tal y como proclama Marcela: “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos”.
Según lo presentado, Don Miguel se acerca a la reflexión de una de las autoras más publicadas, leídas y consideradas del barroco, María de Zayas y Sotomayor, que proclamó: “¿Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para la venganza, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas? ¿Nuestra alma no es la misma que la de los hombres? (…). Por tenernos sujetas desde que nacimos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas”.
Sin duda, tanto Cervantes como su compañera coetánea, siguen estando de rabiosa actualidad. Ellos comenzaron un camino que nosotros, cuatro siglos más tarde, no hemos podido concluir de forma exitosa… Nos toca seguir luchando contra todos los gigantes que se interpongan en nuestro recorrido, a pesar de que muchos incrédulos sigan creyendo que son sólo molinos de viento.
Mª José Aguilera